Mientras jugamos a videojuegos segregamos dopamina, un neurotransmisor que, entre otras virtudes, mejora el aprendizaje, la atención y regula el humor.
Además, entre los beneficios de los videojuegos destacan:
– Mejoran la percepción sensorial.
– Mejoran la coordinación entre pensamiento y acción.
– Mejoran el razonamiento y la toma de decisiones.
– Mejoran la coordinación ojo-mano y la visión periférica.
– Nos ofrecen satisfacción.
– Nos ayudan a eliminar estrés.
– Los juegos on-line mejoran la colaboración entre personas y el trabajo en equipo.
En definitiva, jugar a videojuegos de manera habitual, pero sin excederse, provoca un aumento de la actividad cerebral y de la materia gris encargada de controlar los músculos, la memoria y el lenguaje.
En este punto, es importante dejar claro que gamificar no es crear/diseñar videojuegos.
La gamificación consiste en emplear mecánicas, trucos y reglas de juegos y videojuegos en entornos no jugables, cotidianos, con el objetivo de hacer más llevaderas y divertidas tareas monótonas y aburridas.
Gamificar tampoco es jugar a videojuegos, sin embargo cuando al asumir retos gamificados nos convertimos en jugadores, nos estamos beneficiando directa e indirectamente de algunos de los beneficios de los videojuegos.
No menos numerosos son los beneficios para el gamificador, pero eso lo veremos en futuras entradas.